viernes, 23 de enero de 2009

Hombre rico, Hombre pobre.

Son muchas las discusiones que se desprenden con respecto a la pobreza o la riqueza del ser humano en todo el mundo y yo simplemente pretendo comentar la realidad que se revela en mi entorno, en Argentina. Esta pretensión esta principalmente dirigida a nuestros hijos, a aquellos que muy tímidamente escriben sus primeras letras en la historia. Una historia signada por una división visceral plagada de fuertes tintes de fanatismo en el ámbito ideológico, esa división que siempre produjo conflictos y violencia desde que nacimos como nación. Nunca tuvimos la claridad para discernir que todas las ideas son necesarias para la construcción de una democracia madura, porque en una democracia debe estar representado el pueblo en su conjunto y no solo la fracción gobernante. El gobierno, sea cual sea, debe comprender que es el administrador temporal del todos los habitantes del país, pero no su dueño. No pretendo adentrarme más en este tema por haber escrito reiteradamente respecto al mismo. Esto viene a colación por distintas discusiones que, con mis amigos son siempre interesantes porque de ellas se desprenden verdades. Verdades que se desprenden en lo acalorado de una charla y que luego la reorienta. Es más, muchas veces ignoramos la existencia de dichas verdades pero terminan dominando posteriores reflexiones.


En una de esas discusiones de días anteriores nos planteamos la miseria y la riqueza del ser humano y lo hicimos a través de dos cuestionamientos: ¿es responsable en forma directa el ser humano de su condición de pobreza o riqueza? y ¿A que se le llama progreso? Fueron muy variados y distantes los puntos de vista.


Con respecto a la responsabilidad del ser humano ante la pobreza o riqueza la idea dominante en nuestro país fue una que mencione anteriormente en otro escrito: “La gente de este país es pobre por que quiere”. Debo admitir ante esta aseveración ya casi parte de nuestro folclore, un minúsculo grado de comprensión ante la opinión emitida porque es este un país marcado por la dadiva y por el clientelismo político. Lejos están dichas acciones de poder ser llamadas solidarias por perseguir fines espurios. Un pueblo que esta hincado ante la poderosa espada de un poder político ilegitimo muchas veces se resigna a tomar las cosas vengan de quien vengan y a pagar con su voto el bien recibido. Un pueblo resignado no es un pueblo soberano, no es el autor de su historia y mucho menos esta en sus manos la bonhomía económica. Dejemos de mentirnos, el sistema en que vivimos lejos esta de ser una democracia. Por eso disiento diametralmente con que la gente de este país es pobre por que quiere. Voy a seguir sosteniendo que nuestra condición de vida, nuestra educación, nuestro destino depende de la fortuna de cuál fue nuestra cuna o también si se me permite se podría hablar de una cuestión de suerte. Con esto quiero significar que quienes somos depende directamente de la posición que en esta sociedad nos toco ocupar. No estoy hablando de puestos jerárquicos ni de alcurnia. Si por un momento llegas a entender éste escrito lo suficiente como para estar de acuerdo o disentir es que has recibido una educación a la que no todos tienen acceso, y por supuesto que queda claro que no es por una cuestión de merecimientos. Un niño que a temprana edad no recibe una alimentación adecuada no desarrollara nunca las conexiones neuronales y sinápticas de las cuales depende directamente la inteligencia. Quisiera nunca ser tan soberbio como para decir que todo lo que soy lo conseguí solo a fuerza de mi voluntad. Aparecerá quien me diga que conoce mucha gente pobre que llego a tener una educación y los beneficios que la sociedad ofrece a quien logra franquear las barreras de la miseria a fuerza de voluntad. Yo les diré que conozco muchos más que quedan en el camino por más empeño que pongan en salir de la miseria. Es el modelo que hemos aceptado todos, el capitalismo, donde tienes la oportunidad de triunfar sobre los fracasos de los demás.


Debemos lograr ser una sociedad justa y equitativa donde la realización de nuestros sueños no tire por tierra el sueño de los demás. Debemos como sociedad luchar contra la globalización no solo económica, sino también aquella que debilitan nuestras propias raíces como pueblo, privándonos así de mantener la diversidad de culturas, conocimientos y vivencias que son el paso previo la verdad. La verdad no es potestad de uno sino el clamor de todos. En cada sociedad, en cada uno de nosotros hay una parte de esa verdad que perseguimos durante toda la vida. No nacemos malos, no nacemos buenos, nacemos humanos. Por lo tanto el desarrollo futuro, nuestra perspectiva de desarrollo social, está íntimamente ligada al entorno que nos rodea. Si solo supiéramos reconocer nuestra pequeñez, que solo somos un puñado de tierra que despierta dentro del vientre de una madre y, que nacemos y peregrinamos por este mundo hasta volver a serlo. Si fuéramos humildes para reconocer que no somos distintos en esencia, tal vez nos llegaría alguna sabiduría que nos aportara un poco de luz a nuestro discernimiento. Todos dependemos mutuamente de todos para vivir y todos afectamos la existencia de todos.


El segundo punto que tocamos en nuestra charla fue el del progreso. Algunos de mis amigos sostenían que en estos años habíamos progresado en nuestras vidas porque nos habíamos capitalizado. Durante toda mi vida he estado en contra de un sistema que postula al dinero como un fin y no como un medio. Algunos me dicen que sea más realista, que resigne la rebelión de mi alma, y que me dé la bienvenida al mundo en que vivo. Mi opinión es muy distinta. No se progresa por la mera acumulación de bienes materiales sino por la trasmisión del patrimonio cultural, científico y artístico de los pueblos. Tener un auto, una computadora no se podrá comparar nunca a tener el conocimiento para crearlos. Allí está la raíz del progreso, en tomar la posta de aquellos que vivieron antes que nosotros, de las generaciones que nos antecedieron y continuar con su labor. Esto nos garantiza una continuidad histórica creciente y precisamente de esto es de lo que carecemos. No quiere decir que no se deba tener cosas, pero esto no aporta nada al progreso más significativo. No le demos un auto a nuestro hijo, le enseñemos como hacerlo (espero que se entienda la significación metafórica de este ejemplo). Que sepa que el auto que hoy maneja no es fruto del dinero sino de un sueño del hombre. Del sueño de aquel que lo imagino, de aquel que lo imagino fruto de una necesidad, de aquel que cubrió esa necesidad a fuerza de voluntad, de aquel que estudio, lo diseño, lo construyó y mantuvo viva la esperanza cuando todo le decía que no. El verdadero valor de ese auto que hoy maneja no es fruto del dinero sino de los hombres y del constante empecinamiento que, como raza, tenemos por progresar. Debemos mostrar a las generaciones que vienen los errores que cometimos para que nos lo tengan que volver a padecer. Debemos desterrar por completo la frase: “esto fue así y va a seguir siendo así”. Frases como esta paralizan nuestro progreso como pueblo. Tenemos que admitir que donde nosotros fallamos las generaciones venideras pueden tener éxito. No carguemos más a nuestros hijos con los estigmas de nuestros propios fracasos y le demos la oportunidad de cambiar lo que nosotros no pudimos. No les trasmitamos nuestros rencores y les mostremos la historia que los precede, aquella de la que somos parte y que hemos escrito. Historia que hemos escrito a veces con trazos de grandeza y otras con una letra nefasta. Debemos allanarles el camino, no hacérselo mas difícil. Es aquí donde yo puedo reconocer el progreso no en la mera adquisición de bienes materiales. El verdadero progreso, a mi entender, está en despertar en nuestros hijos la conciencia. Le estamos entregando un mundo que comienza a sufrir las consecuencias de nuestros propios errores. Nosotros no queremos verlo, no queremos que ellos lo vean y no quisiéramos mirarlos a los ojos en el momento en que descubran esta situación. Le digamos a nuestros hijos que no pudimos, que fuimos cobardes, que nos falto fuerza, que nos falto voluntad, que no supimos como a pesar de haberlo intentado hasta el cansancio. Cualquiera de estos motivos es más digno que nuestro silencio. Les digamos a nuestros hijos que un sueño se persigue mientras nos quede aire en los pulmones. Le mostremos el tremendo valor del último esfuerzo. Saquémosle la venda de los ojos y, aunque sea tengamos ese último acto de nobleza, y no demoremos más el cambio. Despertemos su conciencia que, de seguro, ellos sabrán como hacerlo, ustedes saben qué hacer, vos sabes que hacer.


"La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices." Albert Einstein.

el chunkano

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jueves, 1 de enero de 2009

El gen social


¿Quiénes hubiéramos sido sino fuéramos quienes somos? ¿Todo está en nuestra genética? Como yo lo veo nada tiene que ver la sangre en todo esto. Según entiendo se pone en evidencia la existencia de un gen social. ¿Por qué no somos las personas más ricas del mundo o las más pobres? O si lo somos: ¿Por qué no somos santos ni asesinos? ¿Es quizás una cuestión de tiempo? Como yo lo veo tampoco el tiempo tiene mucho que ver con nuestro destino. Se me ocurre una manera simple de explicar pero seguro despertara muchas refutaciones, así y todo aventuro mi hipótesis.


Una vez me supieron decir que la existencia del bien y del mal se legitimaba por la existencia de la conciencia humana. Si un día alguno de nosotros le quitara la vida a otro ser humano nos veríamos sometidos por un parafernálico sistema legislativo que nos haría sentir todo su burocrático peso. Mas si un animal mata a otro para comer en la naturaleza se consuma el equilibrio, todo sigue un orden preestablecido y se mantiene la normal evolución de la vida. Con esto no quiero decir que nos matemos unos a otros, muchos menos propongo un Darwinismo social donde prevalece la subsistencia del mas fuerte, nada mas trato de sentar el precedente de que la conciencia humana es la única creadora y acérrima defensora del bien y del mal a mi poco erudito modo de entender. Dichos parámetros no existen en todo el caos formador del universo ni en su constante movimiento. Todo suceso esta signado solo por la acción y es parte de la consecución de un ciclo. No me quiero seguir inmiscuyendo en un tema como este dado mi falta total de estudio con respecto al mismo y solo me arriesgo a esbozar estas ideas para explicar algo que siento a sabiendas de lo difícil que esto resulta.



Con todo esto quiero que quede claro que no niego la existencia del bien y el mal sino que emparento directamente a la conciencia humana y lo tremendamente subjetivo que esta puede ser. Por ejemplo: En un día de lluvia pasa un auto a toda velocidad por una esquina donde estamos parados y nos empapa completamente. Este suceso visto desde nuestro punto de vista, los empapados, podría estar perfectamente enmarcado en las sendas del mal, de lo injusto mereciendo así toda condenación, reprobación y oprobio. Vamos a cambiar el punto de vista y verlo desde el conductor que esa mañana se despertó por los quejidos de su esposa quien le manifestaba que estaba pronta a dar a luz y no habiendo un servicio de emergencia médica de inmediato tomo las llaves del auto, cargo a su señora, el bolso y salió a toda velocidad hacia el hospital con la desesperación propia del hombre en estas situaciones. Este suceso a mi modo de ver esta perfectamente enmarcado en las sendas del bien, de lo que es justo mereciendo la valoración positiva de una buena acción, aprobación y honra. Sin poner juicios anteriores de lo que se pudo hacer para prevenir esta situación, ni posteriores que lo verían a la luz de la legislación humana y con más tiempo, solo me remito a que piensen en esos cinco segundos en que esto sucede y se pongan en lugar del empapado y del marido desesperado y traten de decir lo que está bien y lo que está mal. Lejos de no descartar la inocencia de este ejemplo y de no someterlo a los planteamientos posteriores de las leyes, me remito solo al pensamiento primigenio y presente, el que nos embarga en el momento en que esto sucede.


Espero haber sido todo lo claro que puedo ser a pesar de la torpeza que puedo tener con las palabras: el bien y el mal solo existen porque existe una conciencia humana quedando completamente descartados estos conceptos en el transcurso de la naturaleza y los movimientos del cosmos. Si en la inmensidad del universo fuéramos testigos de la completa extinción de una galaxia lo veríamos como un hecho asombroso y este suceso sería analizado desde distintos puntos de vista como lo religioso, lo científico, lo esotérico y tantos otros. Si la galaxia que se extinguiera fuera la nuestra y esto lo supiéramos cinco segundos antes de que esto sucediera solo lo podríamos analizar o vivenciar desde el punto de vista de lo maligno ya que esto traería aparejado nuestra propia muerte. De más está decir que la muerte es algo que el profundo e infinito ego de nuestro ser nunca pudo asimilar. Si de nosotros dependiera nuestra existencia debería ser eterna. Con nuestro disfraz se falsos dioses no nos damos cuenta que somos parte de un todo y estamos sometidos a un mismo destino. No somos nada, somos todo. No somos muchos, somos uno.


Volviendo al comienzo de esta reflexión y al verdadero motivo que me llevo a escribir. Volviendo a un aspecto mucho más mundano mi planteamiento con respecto al bien y el mal es que no está directamente relacionado con nuestra genética humana sino que reaccionamos al entorno social que nos rodea, aquel en donde nos toca desenvolvernos, lo que llamo genética social. Para ser más claros, no nacemos malos o buenos por nuestros genes biológicos. A mi modo de ver existe un gen social que es el formador de nuestro carácter, de nuestra conducta y comportamiento. Solo la providencia permitió que hoy este escribiendo estas líneas. No intervino bajo ningún aspecto alguna cualidad genética biológica superior de la que fuera poseedor para que esto sucediera. Tampoco nuestra situación social es un producto directo de nuestro esfuerzo y empeño. El hecho que el grupo de átomos que conforman mi ser este ocupando este lugar nada tiene que ver con mi conciencia del yo, sino que simplemente en este lugar donde deben estar. En nuestra existencia más primigenia tan solo somos parte del universo y solo nuestra conciencia de un yo nos da la creencia de que no debemos compartir su mismo destino. Es por ello que creo que si uno se vio agraciado con una situación social potenciadora del intelecto y no tuvo que verse obligado a desarrollar solo su sentido de subsistencia nos cabe el compromiso de una acción equilibrante. No existen seres humanos genéticamente malos o buenos en el momento de su nacimiento. Compartimos el mismo destino del universo y nos atañe el compromiso de no permanecer autistas e indiferentes ante la miseria humana. Debemos participar, ocuparnos, no dejarnos avasallar por la rutina y tomar conciencia que no somos centro sino parte, y que nuestra existencia como tal, se ve intrínsecamente ligada a la existencia de un todo. No creamos ni por un instante que existe algún merecimiento personal por nuestras elecciones y voluntad, nuestros esfuerzos y empeños, por el cual ocupamos el lugar que estamos ocupando. No hay en todo el universo un átomo más importante que otro mas si faltara uno, este no sería el mismo. No hay en el mundo una persona más importante que otra más si faltara una, este nos seria el mismo.


el chunkano

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