
Siempre hay una opción. Siempre se puede decir no a una injusticia. Siempre se puede decir si a la verdad. Siempre se puede revertir el silencio tan solo con una palabra que diga que estamos aquí. La luz de la estrella más bella deja de brillar si cerramos los ojos. En este mundo que hemos creado, en esta sociedad apática donde sucumbe a diario la humanidad de la humanidad, vivimos inmersos bebiendo de nuestra propia sangre, ahogando nuestras conciencias; pero a pesar de todo esto hay una elección que nos puede hacer libres, el soberano derecho que tenemos de la acción ante la quietud. Existen los caminos para retomar la senda del sentido común, aquellos que pueden redimir el alma que aun nos queda en el corazón retorciéndose de tristeza. El precio que se paga por romper la hegemonía del mal puede ser la vida misma. La vida misma que en el mejor de los casos es la de nuestro cuerpo, mas la mayoría de las veces el precio son esos harapos de un espíritu que vaga errante nuestro existir. Entonces ¿No es un acto soberbio sostener tal afirmación?: siempre hay una opción.

Las máquinas del mal marchan con los engranajes bien aceitados con nuestra indiferencia. Ellas marchan alentadas a diario por resignaciones pasadas, presentes y futuras. El capitalismo y sus dogmas mantienen nuestros ojos vendados con el consumismo a ultranza. Por eso debemos romper esta quietud con acción, dando todos nuestros esfuerzos. No solo el éxito de nuestros cometidos logran fruto sino también nuestros esfuerzos. Todos nuestros esfuerzos. Todos nuestros intentos y esfuerzos significan ante una injusticia radicada, su falta de legitimidad. Aquellos esfuerzos que en un primer momento parecían tener un destino halagüeño y que luego cayeron postrados ante el desanimo por su final insatisfactorio, tambien son, no solo necesarios sino impresindibles. Todos nuestros esfuerzos son parte de nuestra vida. ¿Qué es, sino nuestra respiración, mas que la constante lucha del ser por escapar a la quietud del cosmos? Si hay una verdad que es irrefutable, ésta es la muerte. Desde el mismo momento en que nacemos, por el mero hecho de haber despertado la vida sabemos que esta tendrá fin como la conocemos. Que llegara el momento en que daremos nuestro último suspiro del mismo modo que dimos el primero. Sin embargo no por ello dejamos de respirar. Resistimos los embates del destino a fuerza de llevar oxigeno a nuestros pulmones diariamente. Por momentos perdemos el rumbo, se nos desdibuja el porqué estamos vivos, mas no por ello dejamos de respirar. Mientras dudamos seguimos apostando a la vida con una nueva exhalación.
La realidad que nos toca vivir es dura y estoy seguro que si nos remitimos al terreno de lo personal lo es más todavía. Pero si hay algo que nos dice la historia es que después cada luna llega el sol, después de la muerte nace la vida, que todo tiene un ciclo y que todo comienzo es un final y viceversa. Mas si esta todo ya plenamente estipulado por un destino premeditado, si en los planes de dios esta todo resuelto: ¿por qué hemos de esforzarnos por cambiar las cosas que están signadas por fuerzas superiores a nosotros? A mi modo de ver no se puede detener un rio, pero podemos variar su curso, podemos alterar su cauce. En cada intento por no dejarnos llevar por la corriente ya hemos alterado la historia. Que nos digan que no se puede mas nunca lo creamos. Sabemos que nuestra realidad es adversa mas no dejemos intentar cambiarla al igual que no dejamos de respirar en este momento por más que sabemos que hemos de morir.
