
A nuestros hijos se les hace cada vez mas difícil saber los limites de lo bueno y lo que no lo es. Días pasados me encontraba parado en una esquina de mi pueblo esperando que el semáforo me diera la luz verde para avanzar cuando un grupo de niños con sus bicicletas cruzo la esquina con la luz en rojo. Más allá del peligro que esto implica y de la infracción cometida había una lectura que se me antoja mucho más peligrosa. Nosotros cuando niños cruzábamos un semáforo en rojo sabiendo que habíamos cometido una infracción y más allá de nuestra niñez sentíamos habernos atrevido a una osadía propia de, por lo menos, un reto de nuestros mayores. Por supuesto también teníamos un cargo de conciencia por la acción cometida. Yo observaba a estos niños hoy tratando de reconocerme en alguno de ellos pero algo les faltaba y es que ya no tienen culpa ni remordimiento por que en ningún momento sienten estar haciendo algo malo. No los culpo ni mucho menos, ni los acuso de falta de escrúpulos. Por supuesto que tal estado de apatía no es responsabilidad de ellos sino nuestra. En ellos se ve claramente reflejado el futuro que nos espera si no cambiamos nosotros, los adultos. Magro ejemplo somos como personas con nuestros actos. Cuando ellos crezcan no va a existir ninguna ley que les sea merecedora de respeto alguno, tanto del orden humano, natural o divina. Para ellos todo va a ser negociable, cualquier injusticia será exonerable, toda moralidad y ética caerá rendida a los pies del capital. Es el legado que damos a diario por nuestra manera de conducirnos. El gobierno que tenemos refleja nada más y nada menos que al pueblo y los políticos que componen dicho gobierno han salido del mismo pueblo. A veces me veo envuelto en conversaciones sobre lo vano que sería que tal o cual político desaparecieran o cayera muerto, por supuesto que todo esto en el imaginario fervor de una discusión. El virus que nos corrompe esta enquistado en las raíces mismas de nuestra sociedad y por mas que desaparezca o muera tal o cual político el sistema se va a encargar de proporcionar un reemplazo de similares características acorde al puesto vacante. No se trata tampoco de librar de responsabilidades a nuestros gobernantes pero hemos de reconocer que no son extraterrestres, y mucho menos, de otro país.

Tenemos una profunda crisis de credibilidad no solo ante el mundo sino ante nosotros mismos. Con quien hablo escucho decir que esto ha sido así toda la vida y lo va a seguir siendo. No tenemos fe, no tenemos esperanza, y lo peor de todo, se están muriendo nuestros sueños. Vivimos al día y a diario buscamos la manera de llegar al día siguiente. Por eso creo que es hora de un verdadero cambio. La clase media dejo de serlo para sumarse al índice de pobres de nuestro país. Muchas veces escucho decir a gente con una profunda ausencia de la realidad que solo es pobre el que quiere. La educación de nuestro país dejo de ser nuestra cultura y se resume en una mera capacitación vilmente dirigida a que tengamos un desempeño pobre y escueto, libre de iniciativa y creatividad, como futuros ciervos del sistema.
