lunes, 12 de mayo de 2008

La rosa y el segador



En lo efimero de la vida de una rosa se manifiesta la belleza esplendorosa. En la mortalidad de nuestra carne se hace presente la virtud del alma humana.


He notado con asombro que cuando hablo de la muerte con mis amigos o conocidos los incomodo de cierta manera. No alcanzo a ver nítidamente por que pero creo saberlo. Por momentos para entender hago el ejercicio de tomar el lugar de otro y descubro dos pasos inevitables al momento de hablar de ella: la negación y el miedo. Miedo a lo desconocido que es como decir miedo a lo maligno y esto no debería ser así, miedo a la falta de porteridad, pero sobre todo miedo a la auténtica soledad que hemos de sentir parados frente al segador, la muerte. La negación es esa etapa en que nos tapamos los oídos con nuestras rutinas para no escuchar verdades que la vida pronuncia. Una de esas verdades es que somos mortales por más que esto nos moleste y por más que se piense que este es un tema del que no se debe hablar. Creemos, en nuestra inmensa soberbia como raza, que por el hecho de tener conciencia de la vida somos acreedores a algun tipo de eternidad. El estar claramente conciente de que he de morir me hace disfrutar la vida. Nacemos por que no existimos y morimos por que estamos vivos.


¿Han observado detenidamente hasta embriagarse la belleza de una rosa? ¿Se han preguntado de donde nace dicha belleza? Sin ánimos de hacer algún análisis profundo ni erudito y reconociendo mis inmensas limitaciones me atrevo a dar una opinión. La belleza es un milagro de nuestro ser. Poder reconocer la belleza es una virtud humana de lo más enaltecedora. Así y todo, esta aseveración guarda para si cierta ironía; creo que es una de las cualidades que mas humanos nos hace y a la vez es una de las cualidades que más nos acerca a dios. Dicha belleza se ve marcada por su carácter de único pero más por su carácter de efímero. El nacimiento de una rosa como el nuestro es apenas una chispa en el fuego del tiempo. Somos únicos, somos efímeros, somos bellos. Dios nos dio muchas cualidades y entre las más hermosas están nuestra curiosidad y nuestra capacidad de asombro, cualidades éstas irremplazables a la hora descubrir la belleza. Si la rosa que crece en nuestro jardín fuera la última rosa del mundo: ¿Cómo podríamos dimensionar su belleza? ¿Qué valor le asignaríamos y en que escalas mediríamos nuestro asombro? Por suerte no existen parámetros para medir la belleza. Del mismo modo me pregunto: ¿Qué tan bella y valiosa sería nuestra vida si supiéramos que la hora de nuestra muerte es cercana? No creo ser pesimista con este planteamiento, creo que el optimismo debe ayudarnos a encarar la vida pero no a negar sus verdades.


Uno alimenta esas dulces picardías que nos juega la mente e imagina lo que haría si supiera el día exacto de su muerte. Diría cuanto ama a sus seres queridos, comería esas comidas que nunca probo, viajaría para conocer esos lugares que vio en postales, tomaría el mejor vino del mundo y de seguro bebería cada amanecer como único, confesaría sus pecados mas infames, sus miserias mas execrables como así también pondría en evidencia ese amor que guardo durante mucho tiempo. Pregunto: si nunca supimos los seres humanos el día de nuestra muerte ¿Por qué creemos que es un acontecimiento lejano? Lo precioso de nuestra vida es como la belleza de la rosa, no deja de ser hermosa por más que sepamos que ha de florecer solo unos días, por más que sepamos que no ha de sobrevivir al invierno. Lo importante son esos dias en que se produce el milagro, no el inefable invierno. Hemos de saber con certeza que el nacer implica morir y esta es una verdad irrefutable pero el existir no significa vivir y es ahí donde deben estar nuestros desvelos. ¿Cómo ser dignos del don de la vida? ¿Cómo apreciar su belleza? ¿Cómo madurar en sus verdades? Sabemos que esa rosa que perfuma, que da todo su color, un día dejara de existir y sin embargo no dejamos de reconocer la verdad de su belleza.


Lo más valioso que tenemos en nuestras vidas es el tiempo. Dios nos da un breve lapso en el cual debemos aprender a valorar el hecho de estar vivos y de estar concientes de ello. Es por eso que no temo hablar de la muerte. Después del fallecimiento de mi viejo me tope con ella por primera vez y supe que ya tenía mi turno sacado, que horas mas, horas menos estaba en su lista. De ahí que no le temo. El temor es algo que surge de la duda, de la vacilación y yo no tengo duda alguna de que dentro de diez minutos, diez años o cincuenta voy a morir. No temo morir, temo el no ser digno de la vida. Ese reconocimiento a mi, personalmente, me hace libre. El reconocer la muerte como parte de la vida nos hace libres. El universo se llena de envidia por que en toda su eternidad solo puede existir a diferencia de nosotros que, con toda nuestra mortalidad, con ese breve chispazo en el oscuro firmamento del tiempo, vivimos. Le podríamos cantar al universo una bella canción de Eladia Blázquez, “No, permanecer y transcurrir no es perdurar, no es existir ni honrar la vida”



Por eso no temo ni niego la muerte. Mi único temor es no saber vivir mi vida. Es no saber aprovechar ese don tan especial, ese don tan particular que dios nos otorga a una determinada cantidad de materia, a una pizca de polvo de estrellas aunada por la vida. De seguro me entristece como a todos, pero el saberla presente en los extremos de mi vida hace que tome de otra manera los caminos por recorrer, con mucha más intensidad. He de mirar con ganas, saborear con mucho placer, escuchar vehementemente, tocar el aire hasta tener conciencia de ello y oler esa rosa sin importar si es la primera o la última de este mundo, sin importar si es la primera o la última de mi vida.


el chunkano

2 comentarios:

Recursos para tu blog - Ferip - dijo...

Vengo leyendo desde arriba...
cómo no te va a querer el cuervo?
Sólo mirar ese listón de amigos y amigas que tenés,
tu mamá...tu viejo.

Me conmuveve, porque
se te rien los ojos
y tenés una pinta de bueno que me parte.
No querés ser mi amigo?
Dale!
Te acompaño con mi guitarra, te sebo un mate.
Un gusto enorme!!!!!
Patricia

Anónimo dijo...

"cebo" un mate...qué error!