lunes, 2 de junio de 2008

La fe en los mesías




Comenzemos a dimensionar la realidad imperante en nuestro pueblo para poder ver las soluciones.



Con el paso de los días se acrecienta cada vez más el malestar en nuestro país, Argentina. Son variados los puntos de vista que puede tener esta situación como así también son variadas las posiciones tomadas por las partes actuantes, el ruralista y el gobierno. Si tuviéramos que representar nuestra realidad mediante una metáfora sería comparable a una guerra donde los ruralistas y el gobierno están fuertemente atrincherados y solo en el pueblo, que esta desarmado, se producen las mayores bajas. En una guerra la situación que esta padeciendo el pueblo se llama daño colateral. Ambos, campo y gobierno son coautores responsables de esta situación, ambos se escudan en las mismas excusas, ambos ante el endurecimiento de esta situación tienen un plan optativo que los librará de sufrimientos. Son muchas las comparaciones que se me ocurren para este panorama de necio infantilismo que protagonizan ambos sectores. Imaginen que dos vecinos tienen un problema y antes de pensar en solucionar las cosas hablando como gente adulta y culta se les ocurre que la mejor manera de poner fin a dicho problema es a los tiros. Entre tantos disparos hieren a un tercer vecino. Las excusas serian variadas como: el disparo primero, el se agacho, ya me tenia cansado, no pensé que iba a herir a alguien mas, etc. En todos los casos el herido es el tercer vecino, y en este en particular, el perjudicado es el pueblo. Ya ambos sectores han dado sobradas muestras de intransigencia y ambos sectores se envuelven en la bandera argentina y hablan del pueblo como si no fueran ellos mismos los que lo perjudican. Basta, basta. Mucho más allá de la razón tiene que primar el sentido común. Ese sentido que hoy brilla por su ausencia en ambos sectores. Lo mas triste de todo esto es que cuando llegue todo a su fin y se repartan la torta, ambos, a su antojo se han de llevar las mejores partes dejando al pueblo las deudas de los platos rotos.





Ahora también hace algunos días revolotea una idea por mi cabeza. ¿Cuál es el alcance de la fe en esta situación? Tener fe en las cosas que no admiten la comparencia de la razón es tan sencillo como insoslayable. Yo creo en dios, creo en el amor por mis padres, creo en mi pasión por la música pero de seguro nunca podría probarlo mediante deducción razonable alguna. La persona que me viera tendría que tener fe que tales vínculos, sentimientos u emociones existen y los estoy viviendo. No creo que de manera alguna la fe nos pueda ayudar en la situación reinante en nuestro país. En todo momento tenemos fe de que va a aparecer un Mesías político que nos va rescatar de la profunda crisis que nos envuelve y eso es muy nocivo para nuestro futuro. Como pueblo seguimos expectantes, apáticos, sobre todo indiferentes a lo que nos sucede y cuando algo nos duele inmediatamente reclamamos que tal situación llegue a su fin, sin pensar por un solo instante que nuestra participación sea tan necesaria como vital en el cese del dolor. La culpa o responsabilidad de todo lo que nos sucede siempre debe recaer en alguien mas que no sea sobre nosotros. Como pueblo no nos interesa quien nos gobierne con tal de que nos dejen vivir tranquilos. Poco a poco vamos relegando nuestros derechos con tal de no hacer el esfuerzo de pensar. Por ejemplo: hablamos de lo malo de la corrupción de nuestros gobernantes y de que habría que desterrarla de manera inmediata pero no estamos dispuestos a respetar un semáforo; hablamos de corrupción y nos adelantamos en las colas de los bancos inescrupulosamente como si ese fuera un derecho. Negamos abiertamente que en los pequeños actos de corrupción este la raíz de los grandes negociados de nuestro gobierno. Queremos otro país pero no estamos dispuestos a pagar el precio por él. Por eso mi planteamiento es sencillo, más que fe nos hace falta confianza en nosotros mismos. Debemos creer en que la vida es posible y no atenernos rigurosamente a las normas del capitalismo, que solo nos brinda la oportunidad de sobrevivir. Debemos saber que el bienestar de un pueblo es la suma de muchas voluntades distintas a la mía. Que su crecimiento se basa en la confianza mutua que sus habitantes tengan entre si. Hasta el día de hoy creemos que el verdadero poder del pueblo esta en su capital y eso es mentira, esta en su autodeterminación. Nos han hecho creer otra cosa. ¿Por qué, de no ser así, la clase política se ocupa del manejo de nuestra voluntad mediante cuanto medio le sea posible? Lo mas triste de todo es que ya nadie confía en que un político, aunque sea nuestro candidato, pueda revertir esta situación y sin embargo con una abnegación vehemente los votamos. Todos somos parte de la realidad acuciante de nuestro país como así también todos somos parte de la solución.



De aquí se desprende un tercer pensamiento: el peligro que significa estar esperando un Mesías político que nos brinde soluciones mágicas. Un estratega iluminado, un negociador nato, un carismático orador, y lo peor de todo, estamos esperamos a alguien que robe pero no tanto. ¿Se dan cuenta cuanto hemos resignado de nuestra dignidad como argentinos? Si les dijera que con el quince por ciento de lo producido por nuestro país en alimentos podríamos abastecerlo ampliamente, sin tener que padecer el hambre del pobre. Descartemos a tanto político prometedor que nos dejan en una situación cada vez peor. No esperemos las soluciones de sus manos. Basta de confiarles nuestro futuro y el de nuestros hijos. Cuando asumen el poder no esta entre sus objetivos el bienestar del pueblo.



Todo esta en nuestras manos, no en los delirantes acólitos del poder que hoy nos gobiernan. Libremos una dura batalla contra nuestra indiferencia, nuestra apatía, nuestra desazón. Dejemos que una idea, un sueño, un proyecto conjunto, un esfuerzo compartido nos guíe a nuestras metas. Todos y cada uno de nosotros somos necesarios para que este país cambie, solo tenemos que quererlo, pero todos. Todos podemos dar algo más de lo que damos por eso demos mucho más de lo que el país necesita. Mirémonos mutuamente a los ojos y volvamos a confiar el uno en el otro, rescatemos esa dignidad que nos hizo un país de un gran corazón, un país de brazos abiertos. Mas que fe en los Mesías tengamos confianza en nosotros mismos.



el chunkano

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