lunes, 18 de febrero de 2008

Crónicas de nuestra necedad cotidiana


A pesar de que me duela esto lo escribí en el 2007 y no creo particularmente haber hecho algo para encarar este problema.

Se me ocurre que en estos tiempos donde lo urgente deja de lado lo verdaderamente importante estamos ebrios de necedad. La indiferencia ha desembarcado en nuestras vidas y esta armando su campamento para quedarse. ¿Que es lo que perseguimos en nuestros cotidianos apuros?, ¿Qué preocupación nos ciega los sentidos?, ò ¿de que estamos huyendo con tanta celeridad?, ¿Tomamos real conciencia de cual es nuestro camino?, ¿reconocemos nuestra meta?, ¿nuestro tiempo se mide en minutos o en kilómetros?, ¿Qué tapamos con la excusa de que lo único que importa es el capital, el dinero y que su obtención no admite demoras y nos reclama cualquier sacrificio? Transcurrimos a diario por nuestras vidas a una velocidad poco natural la cual no nos permite disfrutar de muchas cosas: mirar el cielo, mirar la naturaleza y reconocernos parte de ella, no sus amos, de la palabra de un amigo, de la mirada sostenida del ser amado, de la caricia de nuestros hijos y hasta, entre tantas otras cosas, del festejo de nuestra mascota al vernos llegar. Hasta para leer esta misiva estamos apurados. Transcurrimos a diario por nuestras vidas a una velocidad poco natural la cual no nos permite pensar. Si por unos minutos pudiéramos tener la disciplina de parar y pensar, lo que es obvio en la carrera seria absurdo ante la luz de la calma, en el paraíso de la serenidad renacería el más común de nuestros sentidos: el sentido común. No nos veríamos obligados a reaccionar sino que podríamos accionar.

Toda esta perorata apunta a un solo fin: paremos y tomemos conciencia. Por si no nos dimos cuenta morimos a diario en accidentes de transito. Esta pandemia no deja de ser un claro exponente, un evidente diagnóstico de la nuestra principal patología: la ansiedad. Algunos se suben a un auto y pisan un acelerador en busca de poder, otros aplacamos esta ansiedad con comida, otros con bebida, con un cigarrillo, algunos con marihuana, otros con sexo, con dinero o tanta otra droga que sirve a los propósitos de hacernos ignorar nuestra realidad No morimos heroicamente en la defensa de un ideal supremo, no morimos después de haber transcurrido una vida feliz y prolífica, ni luego de haber luchado estoicamente contra una enfermedad y, por mas bárbaro que pueda parecer mi comentario, hasta una persona que muere de hambre puede rendir cuentas ante dios por la razón de su deceso. Todo esta magra reflexión solo apunta a que encontremos responsables antes y no culpables después. La muerte en un accidente de transito es absurda, no hay animal en la tierra que choque entre si para matarse. Solo el alazán de Yupanqui puede objetar como excusa que estaba mirando una estrella antes de desbarrancarse.

Si la lectura que hacemos de esta pandemia es tomar una posición externa a la situación y personalizamos la desgracia como, y solo como patrimonio de algunos, estamos condenados, ya que como las estadistas son elocuentes, solo es cuestión de tiempo para que aparezcamos en ellas, o peor aun, algún ser querido y solo necesitamos ser argentinos y humanos para pertenecer a tan triste record. No nos dejemos engañar por la seudo filosofía capitalista donde cualquier triunfo o solución es edificado únicamente por una persona iluminada degradando a todos los demás. La solución solo la encontraremos como sociedad por que somos seres esencialmente sociales y la única situación que enfrentamos en soledad es la muerte. Tomemos en nuestras manos todos esta problemática, como sociedad nos debemos un debate urgente, asumir cada uno desde su lugar el rol de concientizadores, hacernos verdaderamente responsables y que esto no termine en una mesa de un café como un comentario vertido tras una desgracia, cubierto con un manto de olvido tras la frase: ¡Que barbaridad!( Susanita de Mafalda ).

Ahora que lo pienso estoy utilizando mal el termino desgracia, lo que nos ocurre no es producto del infortunio, la adversidad, la calamidad o el percance sino de la imprevisión, la necedad, la indiferencia, pero principalmente por desapego espeluznante por la vida, tanto propia como ajena. Han escuchado las siguientes frases: “No uso el cinturón por que me arruga la ropa”…”por que voy acá nomás”… “no uso casco por que no sirve”…. “Por que despeina”… o peor aun…”porque si me mato me mato yo”. Ante tamaña estupidez la muerte se manifiesta con su brutal sinceridad y nos dice que es inexorable ¿Por qué nos abocamos a ir a su encuentro cuando debemos vivir? Debemos saber que en el mundo existe mucha legislación con respecto al tema de sociedades que han bajado notablemente los números estadísticos de accidentes de transito. Si no sabemos preguntemos, consultemos, en los libros o, hoy en día con la apabulladota presencia de la Internet en nuestra vida podríamos sacarle provecho. Y si no tenemos acceso a nada de esto utilicemos el sentido común. La educación, la prevención, la previsión, el contralor, la conciencia, el respeto por la vida, son actitudes que nos apartaran de esta muerte sin sentido. Por favor no te sientas ajeno a lo que nos sucede. No te digas ¿que tengo yo que ver con todo esto?. Un ejemplo de sentido común:¿a que hora suceden la mayor cantidad de accidentes?¿Por qué motivo?¿A que hora se debe controlar el transito con mayor vehemencia para evitar los accidentes? Respuesta: A la misma hora que dicen las estadísticas oficiales que ocurren dichos accidentes. No va a faltar el estúpido que diga que la mayor cantidad de accidentes ocurren en las rutas pero esa respuesta la dejo a su libre albedrío y lo de estúpido no es un insulto sino, como decía Miguel de Unamuno una descripción. Espero con esta reflexión herir susceptibilidades para que reaccionemos y ojala no despierte sospechas sobre una posible inclinación política.

Que no nos domine la filosofía barata y argentina de decir: “es lo que hay” por que esta frase no es otra cosa que un vía crucis de la resignación y la pereza. Nuestra verdadera batalla consiste en no abandonar la lucha. Tomemos en nuestras manos la responsabilidad que nos compete como padres, como hijos, como ciudadanos y, principalmente como seres humanos, y sepamos honrar la memoria de tantos que no amainaron, no se amedrentaron ante la adversidad como Belgrano, como moreno y tantos otros, pero no copiemos todo al pie de la letra, por que solo San Martín, al cruzar los andes, soluciono sus problemas con lomos de burro.



el chunkano


'vooolveeeer....con la frente marchita'

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