En estas páginas quedan resumidas el poder nocivo del capitalismo sobre nuestro planeta. Corrompe gobiernos y a sus políticos, contagia a la ciencia y sus científicos, infecta a tierra y sus habitantes, arrasa y mata todo tipo de vida indiscriminadamente, nada queda a su paso, sólo divisas.

http://www.estrucplan.com.ar/secciones/noticias/noticia.asp?codigo=681codigo=681
http://www.ecoportal.net/content/view/full/21506
http://www.eco2site.com/news/marzo/esquel.asp
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La actual situación del ecosistema del planeta, confiere a este texto del Jefe piel roja un alcance profético, que debe sumarse a su notable sensibilidad. Publicada en el diario El País de Montevideo, en su edición del domingo 2 de marzo de 1997, se trata de la carta que el cacique Seattle de la tribu Suwamish envió al presidente norteamericano Franklin Pierce en 1855, en respuesta a la oferta de compra de todas las tierras de esa comunidad indígena por el gobierno de Washington. La carta del Jefe Seattle merece una lectura muy detenida y dice así:
Como se termina la vida

La voz del padre de mi padre
“Por eso cuando el gran jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide. Manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros: el será nuestro padre y nosotros seremos como sus hijos. Por eso consideramos su oferta de comprar nuestras tierras, aunque ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua que corre por los ríos no es solamente agua sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos estas tierras, tendrán que recordar que son sagradas y deberán enseñar a sus hijos que cada reflejo fantasmal en la superficie de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de la corriente de agua es la voz del padre de mi padre.” “Los ríos son nuestros hermanos y calman nuestra sed. Llevan nuestras canoas y alimentan a nuestra gente. Si vendemos estas tierras, deberán recordar y enseñar a sus hijos que los ríos no son solamente nuestros hermanos, sino que también son hermanos de ustedes. En adelante deberán dar a los ríos el trato bondadoso que darían a cualquier otro hermano.” “Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que otro, porque él es un extraño que llega en medio de la noche a llevarse lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga. Luego de haberla conquistado, la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de sus antepasados y los derechos de sus descendientes. Trata a su madre la tierra y a su hermano el cielo, como si fueran cosas que pueden comprarse, saquearse o venderse, como si se tratara de corderos o cuentas de vidrio. Su insaciable voracidad terminará por devorar la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.”
Lo que no se comprende
“No lo comprendo. Nuestra manera de ser es

La tierra es la madre
“Ustedes deberán enseñar a sus hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, ustedes deberán decir a sus hijos que la tierra está llena de la vida de nuestros antepasados. Deberán enseñar a sus hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra, afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.” “Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida, es apenas una hebra de ella. Todo lo que haga para dañar a esa red, se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra, sucederá también a los hijos de la tierra. Lo sabemos: todas las cosas están relacionadas entre sí, como la sangre une a los miembros de una familia.” “Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa con él de amigo a amigo, no puede estar libre del destino común. Quizá seamos hermanos después de todo. Lo veremos. Sabemos algo que el hombre blanco sabrá algún día: que nuestro Dios es su mismo Dios. Ahora el hombre blanco piensa que es dueño de nuestras tierras, pero no podrá serlo. El Dios de todos es Dios de la Humanidad y Su compasión es igual para el piel roja y para el blanco. Esta tierra es preciosa para El y causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador. Los hombres blancos desaparecerán tal vez antes que las demás tribus. Si contaminan sus camas, morirán alguna noche sofocados por sus propios desperdicios. Pero aún en su hora final, se sentirán iluminados por la idea de que Dios los trajo a esta tierra y les dio dominio sobre ella y sobre el hombre piel roja con algún propósito especial. Tal destino es un misterio para nosotros, porque no comprendemos lo que sucederá cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los rincones de todos los bosques despidan olor a muchos hombres y cuando la vista de las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de cables parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así terminará la vida y comenzará el sobrevivir.”


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