martes, 26 de febrero de 2008

Doña imprudencia López y los nombres predestinados (cuento corto)

Este es un hermoso cuento que escribí que les aconsejo tomarse unos minutitos para leerlo. Habla de la inocencia y del predestinamiento de nuestras vidas lo querramos reconocer o no.

Doña imprudencia López y los nombres predestinados

¿Cómo explicarle a doña imprudencia López que su destino ya había sido signado por su nombre? Todos preferían llamarla por el apellido aunque esto daba lugar a confusiones. Paso a explicar. Como sabían todos en el pueblo la vida de Imprudencia López estaba llena de descuidos que si bien no la llevarían a la muerte por el momento, podían comprometer seriamente su salud. Es que doña Imprudencia como su nombre lo decía, era imprudente. Actos irreflexivos tales como cruzar una calle sin mirar, acariciar un perro desconocido y con espuma en la boca, desenchufar la estufa eléctrica del baño recién bañada y descalza, eran algunos de esas situaciones tomadas con cierta ligereza por doña Imprudencia. Convengamos que la irreflexión y la ligereza eran cualidades que paraban a doña Imprudencia en las puertas del paraíso. Y es que doña Imprudencia era una mujer muy, pero muy buena que se merecía entrar en él, eso si lograba llegar. Era también muy querida por todos y todos vivían con el corazón en la boca cuando la veían venir y pensaban de qué tipo peligro la iban a proteger hoy. En el pueblo, su nombre era tabú, así que todos la llamaban por su apellido. Era un pueblo muy supersticioso así que por miedo a la desgracia habían tomado el menudo reparo de no pronunciar jamás su nombre. López de aquí, López de allá la rebautizaron. Así y todo muchas veces era llamada por su nombre. Ocurría que cuando un hecho desventurado la amenazaba, y convengamos que eran muchos, le pegaban el grito: ¡cuidado! Ella se daba vuelta y preguntaba: ¿Qué? Ha de saberse que doña Imprudencia era también un poquito sorda. Tamaño enojo producía la inocencia con que se daba vuelta y sin a verse percatado del riesgo que corría que muchos la retaban y le decían: ¡que imprudencia López! A lo que ella muy sueltita de cuerpo contestaba: si, esa soy yo. La persona que cometía el pecado mortal de pronunciar su nombre, aunque sea por error, y despertaba a los dioses de la adversidad y la desdicha, era castigada con indiferencia a todos los niveles inimaginables. Desde cortarle un fiado, negarle el saludo o hasta el retiro completo de los favores amorosos eran penas a las que se sometían los incautos héroes. Con el tiempo y la persistencia de esta situación, muchos negocios se vieron en franca decadencia ya que sus ventas descendían lenta y paulatinamente, nadie se saludaba y había una espesa tensión sexual en el aire. Era que, en mayor o menor medida, todos habían caído presos desprevenida y precipitadamente del reto en cuestión pronunciando su nombre por un descuido, ¡Que imprudencia López!. Advirtiendo tal situación, que el pueblo estaba camino a la bancarrota, callado y caliente fue que se hizo el pacto de no prevenir mas a doña Imprudencia de los peligros que se le avecinaban. Cuenta la leyenda que se la vió por última vez juntando yuyos al lado de la vía del tren. Por supuesto que la leyenda lo cuenta sin mencionar su nombre.

Muchos meses posteriores a su desaparición la culpa y un profundo remordimiento que envolvió a todos los habitantes del pueblo los tentó a instaurar un día conmemorativo en su honor. Los festejos comenzaron en los colegios a la mañana, por las tardes se repartieron fotos y prendedores con su imagen cual santa de veneración. Al atardecer comenzó el baile, luego todos cenaron y en una conmovedora peregrinación llegaron hasta el lugar donde doña Imprudencia López había sido vista por última vez. Dejaron allí cientos de velas encendidas, flores hermosas y muchas oraciones que pedían por la paz de su descanso. Finalmente el intendente del lugar le dio el nombre de Imprudencia López a la estación del tren. Fue todo muy conmovedor. Si hasta vitorearon su nombre como nunca lo habían pronunciado antes: ¡Viva doña Imprudencia López! ¡Que viva!

Luego de esto el pueblo fue sacudido por un terremoto del que no se tiene registro en los anales de los producidos en todo el mundo desde el comienzo de los tiempos. Duró tres horas y sepultó esa noche a Villa Infortunio. ¿Cómo explicarle a Villa Infortunio que su destino ya había sido signado por su nombre?.

Esta foto fue tomada muchos meses después por un turista desprevenido que murió a la semana siguiente de haberlo hecho caminando por las calles de Villa infortunio (o lo que quedo de ella). Claramente se ve a Doña Imprudencia y su amiga Consuelo Rodriguez con todos sus gatos. Doña Imprudencia tiene hoy 107 años y sigue preguntándose que le paso a su pueblo y es que ninguno nos animamos a contarle nada.
el chunkano

'vooolveeeer....con la frente marchita'

1 comentario:

Natalia dijo...

me encantó tu cuento.es la primera vez que entro en tu blog pero voy a seguir leyendo.